La tortilla de espárragos, el flan de calabacín y la lasaña que factura mi novia son pruebas más que suficientes de la existencia de Dios. Y no digamos los ojos de mi amada: limpios, puros, repletos de bondad, esa misma bondad que inunda todo su ser. ¿Cómo puede una mujer tan pequeña tener un corazón tan grande?
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